TAOISMO
El Tao es la fuerza primigenia que produce todos los fenómenos del universo, de lo infinito a lo
infinitesimal. El Tao, invisible pero omnipresente, impregna al mundo con el hálito de la vida, y aquellos
que aprenden a ponerse en armonía con él pueden utilizar esta fuerza para mejorar y prolongar su propia
vida.
Aunque los principios del Tao fueron formulados por primera vez en símbolos y palabras por los sabios
de la antigua China, hace cosa de 5.000 años, el Tao es anterior a cualquier civilización humana y trasciende
todos los límites de tiempo y espacio, de raza y cultura, ya que el Tao es el universal y perdurable
Camino de la Naturaleza. Pero gracias a la sabiduría y la penetración de aquellos sabios que hicieron
nacer la más antigua civilización que existe en nuestro mundo, la cultura tradicional china evolucionó
siguiendo las líneas fundamentales del Tao, y aún hoy siguen conservándose sus principios en el
corazón de todas las artes clásicas chinas, de la filosofía a la poesía, de la caligrafía a la cocina, de la
medicina a la meditación.
El Tao es algo más que una simple filosofía de la vida. Es toda una forma de vivir, y la única manera de
obtener los beneficios prácticos que ofrece el Tao es cultivarlo y practicarlo. Tal era el objetivo de los
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antiguos sabios chinos, que por fortuna nos legaron un abundante material escrito donde dejaron
registrados sus avances por este Camino. Hoy en día, los más esclarecidos practicantes dé la moderna
ciencia occidental también se acercan al Tao, pero desde la dirección opuesta, y están llegando
exactamente a las mismas conclusiones. Esto resulta especialmente evidente en los campos de la física
y la medicina, donde la mudable relación entre materia y energía, entre cuerpo y mente, se aprecia cada
día con mayor claridad. Sin embargo, aunque las conclusiones son esencialmente idénticas, la
simbología poética y las alusiones terrenales con que los sabios chinos expusieron el Tao y su poder son
mucho más fáciles de asimilar por las personas corrientes que la complicada jerga técnica en que se
expresan los modernos científicos occidentales, y, por tanto, resulta más sencillo contemplar el Tao
desde el punto de vista chino.
Este libro se concentra en tres aspectos prácticos del Tao que siempre han sido de vital interés para
hombres y mujeres de todo el mundo: la salud, la sexualidad y la longevidad. Estas tres cuestiones
guardan una estrecha relación entre sí, y en conjunto constituyen el fundamento de la felicidad humana
en esta vida. El propósito de este volumen es presentar al lector una lúcida introducción a los principios
básicos del Tao y ofrecerle un programa práctico a través del cual todo el mundo puede aplicar dichos
principios y beneficiarse del poder del Tao para mejorar la calidad de su vida y prolongar su duración.
Las investigaciones necesarias para este libro se realizaron básicamente sobre fuentes chinas originales,
aunque también fueron consultadas ciertas traducciones al inglés de algunos textos chinos. Cuando no
se indica lo contrario, las traducciones del chino se basan en mi propia interpretación de los textos. Mi
versión de las citas del Tao te king, empero, sigue muy de cerca la del gran sinólogo inglés Arthur Waley,
en su excelente traducción El Camino y su poder. Asimismo, deseo manifestar mi reconocimiento por las
profundas inspiraciones que obtuve de la prolífica obra del difunto sinólogo John Blofeld y de los escritos
de R. H. van Gulik, uno de los grandes precursores en estos estudios.
La documentación científica occidental que me sirve de apoyo ha sido extraída de diversos libros de
consulta, revistas médicas, estudios sobre la salud, revistas e informes de prensa recientes, casi todos
los cuales se citan en el texto o se enumeran en la lista de lecturas recomendadas que se incluye en el
apéndice. De todos modos, para que los lectores no tomen esta obra como una mera recopilación de
materiales ya existentes en Oriente y Occidente, quiero dejar constancia de que yo mismo he practicado
durante muchos años todos los regímenes aquí presentados y que este libro se basa tanto en una
experiencia práctica personal como en una labor de investigación académica.
¡Ojalá este libro proporcione a todos los lectores abundante material para la reflexión y suficiente
combustible para impulsar su práctica por el Camino de una vida larga y saludable!
DANIEL P. REID
Montaña del Fénix Peitou, Taiwán Octubre de 1988
INTRODUCCIÓN El Tao
Historia del taoísmo en China
Hay una cosa sin forma pero completa que existía antes que el cielo y la tierra; Sin sonido, sin sustancia,
de nada depende, es inmutable, todo lo impregna, es infalible. Se la puede considerar la madre de todo
cuanto existe bajo el cielo. No conozco su verdadero nombre; la denomino «Tao».
Estas misteriosas palabras proceden del subyugante poema de 5.000 palabras a propósito del Tao
denominado Tao te king, escrito hace casi 2.500 años y atribuido a Lao Tse, el «Viejo Sabio». Las
penetrantes intuiciones contenidas en los límpidos versículos de este libro fascinante constituyen una
fuente viva de sabiduría que ha proporcionado solaz, consejo y esclarecimiento a millones de personas
de todo el mundo. Ningún otro libro ha sido traducido tantas veces y con tanta frecuencia como el Tao te
king de Lao Tse, y ningún otro libro, salvo la Biblia, cuenta con tantas traducciones al inglés. Con fecha
de 1955, existían en el mundo 100 versiones distintas impresas, 90 de ellas en lenguas occidentales, 36
sólo en inglés.
Los datos sobre el autor del Tao te king y la fecha en que escribió su obra son muy apropiadamente,
oscuros. No obstante, se ha determinado con plena certidumbre histórica, basada en consistencias de
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lenguaje y estructura métrica, que este libro fue compuesto entre los siglos in y v a. de C. y que fue obra
de un solo autor. También parece comprobada la existencia de un individuo llamado Lao Tse, pues se
conservan documentos que lo sitúan (a veces con los nombres de Li Tan, Lao Tan o Li Er) al frente de
los Archivos Imperiales durante el período mencionado. Disgustado por la codicia y el caos político que
marcaron su época, se retiró de la vida pública a una edad ya muy avanzada y se dirigió a lomos de
búfalo hacia las montañas del oeste. Cuando llegó al último paso que señalaba la frontera del imperio, el
guardián del paso reconoció al célebre sabio y le suplicó que pusiera sus enseñanzas por escrito para
transmitirlas a la posteridad. Con desgana, sin haberlo previsto de antemano, y con un astuto sentido de
la ironía, Lao Tse hizo un alto en su peregrinaje hacia el olvido y redactó el Tao te king en 5.000
caracteres, con la siguiente advertencia en los dos primeros versos:
El camino que puede expresarse con palabras no es el verdadero Camino.
El nombre que puede ser nombrado no es el verdadero Nombre.
Luego, sin pronunciar otra palabra, cabalgó hacia las montañas y no se volvió a saber más de él.
Tao significa «camino», te significa «poden» y king (a veces escrito ching o jing) significa «libro», en el
sentido de un clásico histórico. Así pues, el título completo puede traducirse como El libro clásico del
Camino y su poder. Probablemente este título fue añadido por comentaristas posteriores, pues a Lao Tse
los nombres y los títulos le importaban tan poco como la farra y la fortuna.
Lao Tse no inventó el taoísmo. Al igual que Confucio, que obtuvo acceso a los valiosos Archivos
Imperiales gracias a sus encuentros con Lao Tse, éste se limitó a recapitular los principios de una forma
de vivir que había prevalecido en China 2.500 años antes de su propia época, durante el reinado del
«Emperador Amarillo» (Huang Di), uno de los padres fundadores de la China. Tanto Lao Tse como
Confucio reverenciaban al Emperador Amarillo como progenitor de la civilización china y lo reconocían
como el más destacado practicante del Camino.
El Emperador Amarillo reinó sobre una dispersa confederación de tribus chinas hacia el año 2700 a. de
C. Se le atribuye el descubrimiento del secreto de la inmortalidad mediante la sutil combinación de
las esencias masculina y femenina durante el acto sexual, y la transmutación del «elixir» resultante en
pura energía y espíritu. De él se dice que mantenía un harén de 1.200 mujeres con las que copulaba a
menudo según los, principios del «Tao del Yin y del Yang», y que a los 111 años de edad obtuvo la
inmortalidad y ascendió al cielo montado en un dragón.
El Emperador Amarillo aprendió el Tao del Yin y del Yang de sus tres principales consejeros en materias
sexuales: la Muchacha Sencilla (Su Nü), la Muchacha Misteriosa (Hsuan Nü) y la Muchacha Arcoiris
(Tsai Nü). Como se ve, los tres consejeros eran mujeres. Sus conversaciones quedaron registradas en el
Clásico de la Muchacha Sencilla (Su Nü Ching), un texto que se remonta al siglo n o III a. de C., pero que
recoge un saber que ya era conocido en China desde hacía más de 2.000 años y constituye una
verdadera mina de información sobre las antiguas técnicas taoístas que utilizan hábilmente la energía sexual
para favorecer la salud y prolongar la vida. Esta obra, notablemente franca y detallada, será
examinada con más detalle en el capítulo 6.
Además del yoga sexual, el Emperador Amarillo era un ávido estudiante de la medicina herbal, campo
completamente dominado por los taoístas en la antigua China. Sus conversaciones con su principal
consejero médico, Chi Po, están registradas en el Clásico del Emperador Amarillo sobre medicina interna
(Huang Di Nei Ching), que también procede del siglo III a. de C. Este libro, que aún hoy sigue siendo un
texto indispensable para los estudiantes de medicina tradicional china, resumía todo el conocimiento
médico transmitido en China hasta la época del Emperador Amarillo y definía claramente los principios
fundamentales taoístas sobre los que se basan todas las artes medicinales chinas. Al igual que la
Muchacha Sencilla, Chi Po le recordaba constantemente al Emperador Amarillo la estrecha relación que
existe entre salud, sexualidad y longevidad, un punto destacado y único que distingue la teoría médica
china de todas las demás.
Huang Di y Lao Tse fueron los únicos sabios de la antigüedad que dejaron constancia del pensamiento
taoísta antes de la era de efervescencia intelectual que siguió a la desaparición de Lao Tse. Por consiguiente,
los historiadores chinos a menudo se refieren al taoísmo como Huang Lao Tao, el «Camino del
Emperador Amarillo y del Viejo Sabio». Pero basta la simple palabra «Tao» para conjurar en las mentes
chinas todo un edificio de filosofía natural que ha servido de guía a la civilización china durante 5.000
años.
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Los estudiosos occidentales suelen describir el taoísmo como una de las grandes religiones del mundo,
pero esto no es del todo exacto. Es cierto que, unos 500 años después de Lao Tse, la filosofía taoísta dio
lugar a una iglesia organizada provista incluso de su propio «Papa taoísta», pero esta iglesia tiene muy
poco que ver con el Tao original. Parafraseando a Lao Tse, «el camino que puede ser organizado no es
el Camino verdadero». En realidad, la misma idea de una iglesia jerarquizada, con clérigos de sotana y
dogmas religiosos, es completamente contraria al Tao.
El Tao es una manera de vivir, no un dios ni una religión. Literalmente traducido, quiere decir «Camino»
o senda; un sendero en el viaje de la vida que se adapta a la topografía y a los horarios de la propia naturaleza.
Cualquier camino que no sea el Tao es, por definición, artificio. El camino occidental, que trata
de dominar las fuerzas de la naturaleza antes que adaptarse a ellas, conduce inevitablemente a una división
esquizofrénica entre hombre y naturaleza. El Tao ve al ser humano como una minúscula y
vulnerable criatura dentro del grandioso plan de las cosas, y sugiere que nuestra mejor esperanza de
supervivencia reside en vivir en armonía con las grandes fuerzas naturales que nos han formado a
nosotros y a nuestro medio ambiente. Ir en contra del Tao es como tratar de nadar contra corriente en un
poderoso río; tarde o temprano, las energías se agotan, el nadador se detiene y es arrastrado por las
corrientes cósmicas del Tao.
Los taoístas ven todo el universo como imbuido de Tao te (el poder del Tao). Este poder cósmico
primordial ha recibido los nombres de «Tai Hsu» (Gran Vacío), «Tai Chi» (Fuente última y Suprema) y
«Tai Yi» (Motor Supremo), y constituye la «sustancia» misma del cosmos, la materia inmaterial de la que
ha surgido el universo entero.
El Tao engendra el Uno,
el Uno engendra dos cosas,
luego tres, luego las diez mil cosas...
El Uno es la Fuente última y Suprema. Cuando el «Big Bang» dividió el Tai Chi para crear el universo,
surgieron Yin y Yang como polos negativo y positivo de un vasto campo electromagnético, con lo que se
puso en marcha ese incesante acrecer y replegarse de fuerzas y fenómenos que denominamos
«universo».
Las religiones occidentales proponen el concepto de un ser supremo que gobierna el universo desde su
trono en el cielo, y lo denominan «Dios» con «D» mayúscula para subrayar su omnipotencia. El punto
focal de las religiones occidentales es «la otra vida», y buena parte de sus fieles manifiestan una
morbosa preocupación por el destino de sus almas después de la muerte. En este sentido, las religiones
occidentales son más idealistas que prácticas, más interesadas por la otra vida que por la actual.
Los taoístas, por su parte, no hablan de un ser supremo, sino de un supremo estado del ser; un estado
sublime que se halla profundamente encerrado en el interior de todo ser humano y que sólo puede alcanzarse
mediante el más intenso esfuerzo personal y la mayor autodisciplina. Este estado del ser, que por
lo común se traduce a los lenguajes occidentales como «iluminación», recibe en Oriente la misma
reverencia que los conceptos de «Dios» en Occidente, y forma parte del potencial interior de todas las
personas.
Uno de los rasgos más característicos del taoísmo filosófico es lo que el gran sinólogo y traductor Arthur
Waley denominó su «aceptación lírica de la muerte». Los taoístas consideran muerte y nacimiento como
transiciones de un reino de la existencia a otro, y no como un comienzo o un final absolutos. Tal y como
el mayor discípulo de Lao Tse, Chuang Tse, decía a sus discípulos: « ¿Cómo sé yo que al apegarme a
esta vida no estoy sólo apegándome a un sueño y retrasando mi entrada en el mundo real?». Aunque los
sabios taoístas tienden a disfrutar de una vida larga y llena de salud precisamente porque se adaptan a
lo natural, también afrontan la muerte sin temor ni lamentaciones, porque la muerte es asimismo natural.
El taoísmo se interesa principalmente por la vida en este mundo; traza una inequívoca equivalencia entre
salud física y mental, e insiste en que sólo un cuerpo fuerte y sano puede albergar un espíritu fuerte y
sano, razón por la cual el Tao se concentra tan intensamente en la salud y la longevidad.
Según el Tao, en nuestra vida cosechamos aquello que hemos sembrado. Por consiguiente, el Tao nos
proporciona las semillas de sabiduría que necesitamos para cultivar la salud y la longevidad en el fértil
jardín de la vida, y quienes labren el campo del Tao con la práctica y autodisciplina diarias no dejarán de
cosechar tan deseables frutos. El Tao nos da el mapa de un camino entre el cielo y la tierra, pero cada
uno de nosotros debe recorrerlo con sus propias fuerzas. A diferencia de las religiones occidentales, que
ofrecen la salvación a cambio únicamente de fe, las puertas del Tao sólo se abren para quienes se
esfuerzan en cultivar el Camino. El Tao no puede suplicarse con oraciones, pero puede utilizarse en la
práctica, y quienes aprenden a dominar su poder acaban descubriendo que «es inagotable». No se
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puede exagerar la preeminencia que el taoísmo concede a la práctica sobre la fe, a la experiencia sobre
la erudición. Las medidas parciales, las medias tintas, nunca son suficientes: hay que «recorrer todo el
Camino».
La filosofía dualista de Occidente divide los reinos espiritual y físico en dos esferas hostiles y
mutuamente excluyentes, y concede una validez superior a la primera. El taoísmo considera lo físico y lo
espiritual como aspectos indivisibles, aunque claramente distintos, de una misma realidad, en la que el
cuerpo puede compararse a la raíz que permite el florecimiento de la mente. Una planta puede vivir sin
sus flores, pero no sin sus raíces. Lo mismo ocurre con las personas. Alguien que haya «perdido el
juicio» puede seguir viviendo mucho tiempo, pero morirá si pierde el corazón, los pulmones o el hígado,
por más inteligente o espiritualmente avanzado que sea.
El planteamiento taoísta de la vida se resume esencialmente en la expresión ching jing wu-wei, cuya
traducción literal es «sentarse quieto sin hacer nada». «Sin hacer nada» no significa estar todo el día
sentado como un fardo, sino más bien hacer sólo aquellas cosas que realmente deben ser hechas, y
hacerlas de una manera que no se oponga al orden natural del Tao ni al organizado flujo de las fuerzas
cósmicas. Significa dedicarse únicamente a una actividad espontánea y no premeditada, hacer las cosas
puramente por ellas mismas y no por motivos subsecuentes, vivir en armonía con la naturaleza en vez de
tratar de dominarla. Más importante quizá, wu-wei implica saber cuándo es el momento de detenerse
antes de llevar las cosas a extremos exagerados, y saber cuándo hay que abstenerse por completo de
una acción inadecuada. Como lo expresó Lao Tse:
Cuando tu obra esté realizada, ¡retírate! Tal es el Camino del Cielo.
En cuanto a «sentarse quieto», se trata en realidad del término chino para «meditación». La palabra
«meditación» confunde o asusta a numerosos occidentales, puesto que implica «meditar» en alguna idea
profunda, pero perpetuamente abstrusa, que nunca logra definirse a satisfacción de nadie. En las
tradiciones budista y taoísta, empero, la «no actividad» de la meditación conlleva un serio esfuerzo para
vaciar por completo la mente, en vez de llenarla con profundidades intelectuales. Esta clase de
meditación resulta al mismo tiempo relajante y sumamente vigorizadora, ya que limpia la mente de la
incesante cháchara interna que agobia y entorpece el espíritu durante la actividad normal. Las
subsiguientes calma y claridad mental posibilitan toda suerte de percepciones intuitivas espontáneas
sobre el Tao.
El taoísmo se mantiene como una de las más ricas tradiciones filosóficas del mundo, y sin duda la más
antigua. Filosofía colorista y ecléctica, llena a rebosar de sabiduría y humor, su historia está cuajada de
un delicioso surtido de personajes excéntricos. Con su única combinación de regímenes físicos y
mentales, y su equilibrio entre teoría y práctica, el taoísmo ha llegado a englobar elementos tan dispares
como la alquimia, la respiración profunda, ejercicios gimnásticos, disciplina sexual, medicina herbal,
dieta, helioterapia y muchos otros. Estas variadas disciplinas son analizadas con gran detenimiento en
los diversos textos taoístas transmitidos de maestro a discípulo a lo largo de los siglos, y todas se
recogen en este libro. De hecho, la «Biblia» taoísta, una imponente obra titulada Tao Tsang (El tesoro del
Tao), con sus 1.120 volúmenes compilados a lo largo de unos 1.500 años, se cuenta entre los cánones
más extensos del mundo y constituye una verdadera «cueva del tesoro» de información esotérica.
Aun así, después de verlo y decirlo todo sobre el Tao, su esencia fundamental se resume en los
inspirados versículos del Tao te king, que, a pesar de las protestas en contrario del propio Lao Tse,
recoge mucho Tao en apenas 5.000 palabras y cubre mucho territorio en muy pocas páginas. Esto es así
porque cada línea puede interpretarse simultáneamente en distintos niveles, y cada frase refleja las
múltiples facetas del Tao del mismo modo en que una gema refleja la luz. El Tao te king trasciende las
limitaciones relativas de historia y cultura, de tiempo y lugar. Por lo tanto, antes de explorar el jardín
increíblemente fértil que brotó de la poderosa semilla de las palabras de Lao Tse, dedicaremos un poco
de tiempo y de espacio a un breve examen de este librito tan notable.
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